TELEVISION CARNE A LA PARRILLA

Mujer blanca soltera busca

Una señoritinga con el pomulón achicharrado de rayos UVA agita al viento su balayage californiano, que es como llaman las pijas a las mechas de toda la vida de Dios, mientras traga champán a bocajarro y come cacahuetes en una playa de la Marina Baja, como si Benidorm fuese ahora el Saint Tropez de los pobres, y en esa bacanal de frutos secos retoza con un papanatas de tatuajes carcelarios que al parecer quiere profanarle el templo, lo que viene siendo rebañarle la pureza del bajo vientre, y en lo que ambos dos se reconcomen al runrún de las olas, otra mujer de madurez suculenta que se hace llamar dramaturga, porque ella es muy de escribir y de la prosa del alma, se lleva a su horda de pretendientes a un safari salvaje por la Sierra de Madrid, que ni es sierra ni es nada, porque quiere vivir su particular Memorias de África aunque sea en Torremocha del Jarama, y en su empeño hasta se deja lavar la pelambrera por un estilista amanerado que, rodeado de encinas y otras floras, quiere conquistarla con violentas sacudidas de champú, y no muy lejos de allí, tal que en Getafe, otra diosa del amor atribulada en sus cincuentas, que es una edad muy mala, busca al hombre que ha de devolverle el alborozo del cuerpo, pero uno le sale sin fuelle para las urgencias de la cama y el otro, Mariano, es del Atleti, y eso sí que no, así que los expulsa del concurso con aires de matrioska, porque a ver qué pinta ella con un impotente y con un colchonero según tiene el reloj biológico, que el día menos pensado le estalla entre los muslos como una bomba de fusión nuclear, y luego está Charo, la policía motera, que de tan hembra que es parece una Harley Davison, con ese arrobamiento de cueros sadomaso y medias de rejilla que será lo más en los chiringuitos de bachata que frecuenta, pero que, para ejercer de gendarme de la ley en la comisaría, como que no, y así, juntas y revueltas y en edad alegre, todas estas mujeronas desesperadas por llegar a tiempo a esto del amor, que está muy fastidiado el asunto entre tanto moscón y tan poco hombre, se hacen acompañar por sus hijos, pobres criaturas, para que les aconsejen en la desventura de encontrar novio delante de las cámaras, que ya es tener cuajo y remangos según está el negocio de la televisión.

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